Esta obra es muy significativa para mí no solo porque rinde homenaje a la ciudad donde crecí, sino porque esta pieza es el "origen" de los fragmentos que definen cada una de mis obras: los totems o palos pintados.

Hay un lugar donde ya no estamos. La casa que se deja. El país. La calle.

Entonces la ausencia puede hacerse reversible y se convierte en presencia.

Su eco tropieza en cada pared y se proyecta.

Se palpa.

Se dibuja y se desdibuja.

¿O es que también, la memoria falla?

Los recuerdos traicionan.

Certeza o fantasía.

Muchas veces dudas.

Entonces la oquedad se ocupa.

Pasa y siéntate. Y aunque te vayas, te quedas.

Aunque no te vea, te veo.

Te siento

Te presiento.

Y bendita sea la ilusión de cada esquina con una silla vacía, ya que con ella nuestro lugar aguarda en la memoria, aunque esta se desvanezca.

Cuando nuestro Ávila es un totem protector que acaricia como la naturaleza, con sus colores y todo su poder.

Donde hay un pieza de Corazón Centella, hay un corazón venezolano titilando en una poderosa red.